Scanners

Hemos montado ya dos episodios, el 9 y el 14. Son buenos, pero los que estamos haciendo ahora son mejores. Me han sorprendido el 5 y el 7, los de Pepón y Juanito, me están haciendo reír, cuando los pongo en escena. El agotamiento tras cuatro semanas de histeria colectiva comienza a requebrajarnos los cerebros. Ayer se me mosqueó Tony, el de efectos especiales, porque no funcionaba la máquina grande del humo, en una secuencia jodida, y no le contesté correctamente. Es que no se había calentado. Lo siento. También se me mosqueó Rodri, mi ayudante, porque le eché una bronca, perdimos una hora de trabajo por la mañana por un lío que nos hicimos, al no citar a Talla a la hora y equivocarnos al citar a los eléctricos para que comenzaran a iluminar antes un decorado en el que entrábamos por la mañana. Lo siento, me pasé. Y también hay mosqueo con Alejandro y el montaje, porque dice que no le animo. ¡Dice que no le animo lo suficiente! Es muy sensible. Tiene derecho a no sentirse querido. Lo siento, Alejandro. Te animaré más, lo prometo. Pedro costa me marea con los promotores, y mi mujer me marea sin más, mientras Martin Cabañas revolotea por el plató, intentando decirme algo, y el pobre no encuentra el momento. Mientras tanto, tengo que cumplir plan, recuperar un dia que llevamos de retraso, rodar un episodio cada cuatro días, controlar el montaje y la posproducción, conseguir coordinar un puesta en escena que no sea complicada y rodar rápido, pero no hacerla estúpida para que aquello no parezca Hanna Montana, dirigir a los actores y, si Dios me ayuda, al final de todo el proceso, todos los obstáculos e interrupciones, que quede gracioso. Me siento como en Scanners, la de Cronenberg. Espero que mis sesos manchen la camisa limpia de alguien.