viernes, 5 de diciembre de 2008

My only friend, the end

Estoy en montaje, con charly. Abajo Domingo termina los previos. Acabamos de rodar los planitos de Valladares llegando a la pirámide de Tyrrell, en el planeta rojo. Queríamos una tempestad de polvo rojo y lo hemos conseguido, pero el polvo rojo no se irá de este plató jamás, lo hemos puesto todo perdido. Bueno, ya acabó todo de verdad, terminamos hoy el rodaje (A falta de un fondo para la hamburguesería de Viaje al fondo de la Mente).

La multitud de sensaciones que recorren mis venas son inenarrables. Nunca había disfrutado tanto rodando, nunca me he agobiado tanto, nunca he sentido tanta presión, nunca me he sentido más sólo, nunca me he sentido más querido, nunca me lo he pasado mejor con mis amigos, nunca he llegado a estar más orgulloso de lo que estamos haciendo. El dolor y el placer se han entremezclado formando una especie de pasta indisoluble, mágica. Algunos capítulos hablan de mí más profundamente que ninguna película. Si algun día alguien ocioso los analizase pormenorizadamente (esperemos que nadie quiera perder el tiempo en eso) podría encontrar todo lo que pienso y siento acerca de aproximadamente todo. Nunca he sido más sincero y nunca he contado más directamente lo que me preocupa.

Pero es que todavía ha sido más fuerte. Algunas veces los diálogos de los personajes me hablaban directamente, como si yo mismo hubiera escrito y conociera previamente las respuestas a las preguntas que me obsesionan.

Acaban de comunicarme que se han llevado a Pepe el eléctrico al hospital, porque se le ha caído el tejado del ascensor de la sala de máquinas. No sé si podré ir a verle.

¿Qué estaba diciendo? Se me va la olla. La terrorífica y apasionante unión entre realidad y ficción, asunto del que precisamente hablamos en varios capítulos, inunda con su tenebroso metalenguaje mi deteriorada cabeza de contínuo, haciéndome cada vez mas difícil saber quién soy, qué es lo que quiero y siento, si vivo una realidad decepcionante, o una maravillosa ficción dolorosamente transitoria.

¿Quién es cada uno realmente? lo que es, lo que cree que es, lo que hace, lo que siente, lo que desea? Como en el cuaderno de Bitácora del capitán, descubro que necesito enloquecidamente acabar con la misión, pero, ¿cuál es la maldita misión? No me lo explicaron correctamente. ¿Encontrar un planeta habitable? ¿Hacer de mi vida un planeta habitable? ¿Escapar a otro planeta, escapar de la Tierra? ¿Vivir una ficción sólida y estable, como esa absurda nave en la que viaja Valladares, y encerrarme para siempre en ella? ¿Qué es mejor, vivir o soñar, como decía en el capítulo de la semana pasada?

Ahora que los protagonistas de la serie desaparecen en ese mar de coches y viajes de final de rodaje (exactamente igual que en La Noche Americana), me veo vagando por los decorados antes de que los desmantelen. Mis juguetes, mis muñecos han desaparecido, ya no me rodean, bulliciosos y alterados. Ya no soy demiurgo, vuelvo a ser un individuo normal, tirando a pesado. ¡Cómo los añoro, cómo los echo de menos, Dios mío! No tanto a las personas como a los personajes, a las pequeñas criaturas que uno humildemente genera para su inframundo de ficción. Querejeta, ¿Dónde estás? ¿Dónde está tu deliciosa papada? Lorna, querido demonio de la ansiedad y el deseo, no puedo vivir sin tu mirada inocente y tus piernas interminables. Valladares, mi alter ego, vuelve a lamentarte otra vez por sentirte menospreciado, por no encontrar a nadie que dé la talla, y reconoce, por Dios, que tú tampoco das la talla. Hoffman, sincero y brutal, Wollensky, enamoradizo y atontado. El maldito Roswell, nihilista enfurecido, siempre a la contra. Yo soy todos, y todos forman parte de mí. Todos son verdad, ocupan una parcela de mi carácter, para bien o para mal. No está mal reconocer que uno es lo que dicen sus personajes, sobre todo si se trata de una comedia ominosamente ridícula.

Sólo soy sincero si miento. Sólo digo la verdad si manejo una farsa. La comedia es el lenguaje, la clave de la existencia. La risa es el mecanismo que abre las puertas. El dolor es su esencia. El dolor y la violencia. El motor de la comedia es la rabia, y la generosidad más inocente su objetivo. Poner la otra mejilla con una nariz de payaso, morir alegremente por una tontería.