Ascenso y caída de Carlos Areces

Ayer volvimos a triunfar, a pesar del bajón de la sobremesa. El bajón de la sobremesa es un momento peligrosísimo de confusión mental que se genera de cuatro a cinco, en el que todo el equipo, incluído yo mismo, pierde la capacidad de discernimiento al unísono, enfrascándonos en acciones absurdas como cambiar de posición una cámara para volverla a dejar como estaba diez minutos después, mientras alguien busca a una actriz que había ido al baño y cuando esta vuelve, se pierde la persona que había ido a buscarla, en fin, un terreno pantanoso en el que se puede estancar la tarde sino se anda uno con cuidado. El cansancio es acumulativo y como el sueño, produce monstruos. Conseguimos, pues, salir de las arenas movedizas mentales y remontamos las tres últimas horas, que siempre cunden mucho más que ninguna, no sé porqué. A las ocho habíamos acabado la secuencia a falta de un contra con retroproyección que haremos cuando tengamos las imagenes, si Dios quiere. Y tengo que comentar algo más: ayer asistimos a uno de los mejores resbalones de la historia de la televisión, y el cine mudo: Carlos Areces se cayó por las escaleras en una toma. La hostia fue monumental, incluso hermosa, si me apuras. Con dos fases: una primera de "intento controlar, no pasa nada", mientras pierde el equilibrio, y otra de caída rápida y brusca hasta el suelo, con choque brutal de glúteos. La pusimos en el combo unas doscientas veces.